¡El Amor de Cristo nos posee!
Nuestro carisma es el testimonio al mundo del amor de Dios Padre bueno y providente a través de la alabanza perenne a Dios y el servicio de la caridad a los hermanos más necesitados, “los que no tienen quien piense en ellos”. Nuestro fundador, San José Benito Cottolengo, nos soñó como “hermanas y madres” junto a los hermanos más necesitados en los que reconocía la presencia real de Cristo sufriente. En nuestra dedicación diaria a nuestra misión en todas las partes del mundo, creemos y nos abandonamos con total confianza en el Padre que “alimenta a las aves del cielo y viste a los lirios del campo”. En los desafíos emergentes de nuestro tiempo, nos comprometemos a buscar “ante todo el Reino de Dios y su justicia” con la certeza de que “todo lo demás se nos dará por añadidura” (cf. Mt 6,25-34). Nos guía la certeza de que la alegría de la comunión fraterna y la entrega en cada servicio a los hermanos necesitados nace y se alimenta en la constante y profunda comunión con Dios “Caritas Christi urget nos” (cf. 2 Cor 5,14) y en la devoción filial a la Virgen María, nuestra buena Madre. Expresemos nuestro asombro y gratitud por los beneficios que el Señor nos concede diariamente a sus hijos con el cántico “Deo gratias”.